En nuestra sociedad la idea acerca del amor y de la pareja es muy romántica e idealizada. Cuentos infantiles, películas de Hollywood, canciones, poemas, mitología griega, …. A través de la cultura, nos forjamos un ideal de cómo debería ser un “AMOR VERDADERO” o una pareja perfecta, creando falsas creencias y expectativas. Esperando lo ideal; lo imposible.
¿Qué son los Mitos Románticos?
Carlos Yela (2003) los define del siguiente modo: ”… podemos considerar que los mitos románticos son el conjunto de creencias socialmente compartidas sobre la supuesta “verdadera naturaleza” del amor y, que, al igual que sucede en otros ámbitos, también los mitos románticos suelen ser ficticios, absurdos, engañosos, irracionales e imposibles de cumplir.”
En definitiva, son creencias generalizadas acerca del amor romántico desde donde se idealiza excesivamente la relación y se justifican y normalizan ciertas ideas o conductas con tal que la relación funcione.
Corregir y cambiar estas ideas y actitudes puede mejorar mucho la calidad de nuestra relación o establecer una buena base para una relación futura…. Te invitamos a revisar algunos de los grandes mitos románticos.
Pasar por debajo de una escalera, que se nos cruce un gato negro, romper un espejo, derramar la sal, levantarnos con el pie izquierdo, que se pose un cuervo en nuestra ventana, abrir un paraguas bajo techo, que nos mire un tuerto, que nos barran los pies, salir al escenario vestido de amarillo, mencionar en voz alta alguna desgracia, que nos echen una maldición o “mal de ojo”, o que el novio vea a la novia antes de la boda. Esta lista contiene trece ejemplos sobre supersticiones, de hecho, incluso el número “13” en sí mismo, representa la mala suerte.
Las conductas supersticiosas han sido extendidas a lo largo del tiempo y en diferentes países y culturas. Tanto es así que en muchas empresas occidentales especialmente de transporte eliminan el número trece de sus asientos, pero curiosamente el número de la mala suerte y el que eliminan en China es el cuatro.
La mayoría de personas en mayor o menor medida tiene ciertas supersticiones, unas heredadas de la cultura, otras pueden ser más particulares. Las más comunes y conocidas en nuestra cultura para “atraer” la buena suerte serían lanzar una moneda a una fuente, pedir un deseo al soplar las velas, llevar un amuleto a un examen o prueba, entrar con el pie derecho al campo de fútbol antes de un partido, etc.
Después de las vacaciones, la vuelta a la rutina es siempre difícil. Cambiamos el relax, el sol, la playa, las buenas comidas o las noches en la terraza con los amigos por el trabajo, los madrugones, el tráfico, las prisas, y las luces de la oficina.
Este cambio cambio tan drástico, si además se realiza en poco tiempo nos puede provocar que no consigamos adaptarnos eficazmente y que sintamos agobio, estrés, fatiga, tristeza o apatía. Para explicar este fenómeno incluso se utiliza mucho el término “síndrome post-vacacional” del que tanto se habla por estas fechas. Podemos encontrar muchas recomendaciones, para prevenirlo y sobrellevarlo, como volver de las vacaciones días antes de empezar el trabajo, evitar realizar jornadas muy intensas al principio, no llevarse trabajo a casa, regular los horarios de sueño, etc.
Estas recomendaciones nos pueden ayudar a adaptarnos mejor después de las vacaciones. Sin embargo, es normal que aún así nos sintamos algo apáticos y decaídos mientras dura el proceso de adaptación. No obstante, pasado un tiempo prudencial, deberíamos ir encontrándonos mejor, pero en algunos casos, la sensación de fatiga y falta de energía se mantiene, y aunque estemos descansando, no conseguimos recuperarnos del todo. En estos casos es posible que se deba a un estado de ánimo bajo. Por ello queremos destacar los efectos de las actividades agradables para aumentarlo.
Un psicólogo es un experto en la conducta humana, un profesional que nos ayuda a solucionar problemas emocionales, enseñándonos técnicas y habilidades para dejar de sufrir o para mejorar nuestra calidad de vida, pero… ¿Cómo podemos saber cuándo necesitamos de sus servicios?
Existen varias claves alrededor y en nosotros mismos, varios “avisadores” que nos indican que deberíamos pedir ayuda. Señales de que algo va mal o de que hay algo en nuestra vida que no funciona como debería.
Y es que, en muchas ocasiones nos es difícil incluso darnos cuenta de que estos avisadores están presentes. En resumen, son las consecuencias de un problema que quizás no somos conscientes de su existencia o gravedad, o que simplemente damos por sentado que no se puede cambiar, ya que el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación, y en ocasiones se soportan situaciones que nos hacen daño porque creemos que es lo normal en nuestra vida, es lo que “nos ha tocado vivir”, es que “somos así”, o “es lo que he heredado de mi padre/madre”,… Es decir, se aprende a convivir con el problema.
Dormir es vital, ya que mientras dormimos se reparan nuestro cuerpo y nuestra mente. Durante el sueño, se llevan a cabo funciones fisiológicas imprescindibles: Suceden cambios hormonales, metabólicos, de temperatura, y bioquímicos que nos permiten poder funcionar correctamente.
Cuando dormimos bien, se fortalece el sistema inmunológico, el corazón, se reduce la fatiga, mejora el aspecto físico, mejora la concentración, la creatividad, la productividad, aumenta nuestro estado de ánimo, y somos más pacientes, y manejamos mejor las emociones.
Además, durante el sueño REM se consolida nuestra memoria, y se crean nuevas neuronas, de hecho hay mayor actividad cerebral cuando estamos dormidos que cuando estamos despiertos.
A lo largo de la historia ha habido una imagen muy negativa de las emociones, se decía que distorsionaban la realidad, eran inútiles, entorpecían nuestra vida y nos alejan del conocimiento y por ello había que reprimirlas. Lo importante era la inteligencia, la lógica, y la razón.
Ahora la ciencia nos dice que sin emociones no podríamos sobrevivir. Somos seres emocionales. Todas las emociones desempeñan un papel único y tienen una función vital:
Nos ayudan a comprender y adaptarnos al mundo que nos rodea, preparan nuestra mente y nuestro cuerpo para la acción. Además comunican nuestro estado de ánimo a los demás permitiendo predecir el comportamiento.
Sirven para comunicarnos, tomar decisiones, comprender a otras personas y además participan en la memoria para seleccionar qué datos recordar.