Pasar por debajo de una escalera, que se nos cruce un gato negro, romper un espejo, derramar la sal, levantarnos con el pie izquierdo, que se pose un cuervo en nuestra ventana, abrir un paraguas bajo techo, que nos mire un tuerto, que nos barran los pies, salir al escenario vestido de amarillo, mencionar en voz alta alguna desgracia, que nos echen una maldición o “mal de ojo”, o que el novio vea a la novia antes de la boda. Esta lista contiene trece ejemplos sobre supersticiones, de hecho, incluso el número “13” en sí mismo, representa la mala suerte.
Las conductas supersticiosas han sido extendidas a lo largo del tiempo y en diferentes países y culturas. Tanto es así que en muchas empresas occidentales especialmente de transporte eliminan el número trece de sus asientos, pero curiosamente el número de la mala suerte y el que eliminan en China es el cuatro.
La mayoría de personas en mayor o menor medida tiene ciertas supersticiones, unas heredadas de la cultura, otras pueden ser más particulares. Las más comunes y conocidas en nuestra cultura para “atraer” la buena suerte serían lanzar una moneda a una fuente, pedir un deseo al soplar las velas, llevar un amuleto a un examen o prueba, entrar con el pie derecho al campo de fútbol antes de un partido, etc.
¿Qué es la superstición?
Las supersticiones son creencias sin base científica sobre la relación entre fenómenos que no pueden explicarse sin un componente mágico. Es decir, atribuir un suceso (suceso A) a otro suceso (suceso B) sin fundamento racional y creyendo que es causado por algo mágico o sobrenatural.
- Por ejemplo: que nos barran los pies (suceso A) podemos relacionarlo con una desgracia como quedarnos solteros (suceso B) cuya conexión parece imposible de explicar sin ese componente mágico.
- O también que alguien nos desee el mal (suceso A) y nos ocurra una desgracia o suframos un accidente (suceso B).
Incluso, en muchos casos tenemos una manera de contrarrestar la desgracia realizando cierta conducta (pisando la escoba, portando un colgante/amuleto que nos proteja), cuya conexión con el suceso o la desgracia vuelve a ser, nuevamente, mágica.
¿Cómo se originan las supersticiones?
Desde pequeños, los adultos nos van inculcando estas creencias, que han sido transmitidas generación tras generación, nos enseñan a ser supersticiosos y a saber cómo contrarrestar el poder mágico de estas supersticiones (lo que nos vuelve más supersticiosos), pero ¿de dónde provienen estas supersticiones?
Para averiguar de dónde provienen, primero entendamos cómo funcionan: en el año 1948, B.F. Skinner, psicólogo conductual, publicó un estudio llamado “Superstición en las palomas” en el cual, las palomas permanecían encerradas en sus estancias y se les daba comida de manera aleatoria sin ningún tipo de patrón. Lo que se observó en este estudio, fue que las conductas que realizaban las palomas de manera completamente casual antes de recibir la comida (levantar la cabeza, abrir las alas, girar sobre sí mismas…) se veía incrementada en número, es decir, cada paloma comenzó a repetir una de estas conductas con la esperanza de recibir más comida.
Las palomas empezaron a “sospechar” que podían tener cierto control sobre la recepción de la comida realizando esa conducta por el hecho de que una vez la realizaron y casualmente recibieron la comida, aprendieron que para recibir la comida tenían que hacer una determinada conducta, aunque no era así (la recepción de comida seguía siendo aleatoria).
Este mismo fenómeno se aplica a los humanos, por ejemplo: mencionamos una catástrofe y casualmente ocurre, concluimos: “Ha ocurrido porque lo he dicho”. Ahora bien, ¿qué pasa si le contamos esta historia a nuestros amigos y vecinos? Seguramente en nuestra cultura actual nos digan que no tiene nada que ver, que no hay conexión entre los sucesos, porque pensamos de una manera más racional o más científica, pero, ¿y hace 100, 500 o 1000 años, cuando la ciencia no estaba tan avanzada y todavía se le otorgaba explicaciones mágicas a lo desconocido? Pues que nuestros amigos y vecinos posiblemente se lo creerían, se lo contarían a sus amigos y vecinos y se extendería la historia de cómo no podemos mencionar una desgracia porque nos ocurrirá, es más, sabiendo esta historia, otra persona (un carpintero, por ejemplo), sin querer, menciona una desgracia delante de sus amigos y sin embargo no le ocurre la desgracia, sus amigos podrían concluir que no le ha ocurrido porque casualmente estaba tocando madera, entonces concluyen que para anular el efecto hay que tocar madera porque al carpintero le funcionó y esa historia se extiende nuevamente por el boca a boca.
Ya sabemos pues de dónde provienen o cómo “creamos” esas supersticiones y cómo aprendemos a ser supersticiosos, así que quizás la siguiente pregunta lógica sea:
¿Por qué ocurre este fenómeno?
Tanto las palomas, humanos u otros animales, se ven afectados por este fenómeno ya que si realizamos una conducta que nos proporciona una recompensa (comida en las palomas) o un castigo (que nos ocurra la desgracia mencionada), esta conducta la tendremos en cuenta para incorporarla o desecharla de nuestro repertorio de conductas, es decir, si nos ocurre algo agradable como que nos caiga comida del cielo, repasaremos mentalmente cómo ha ocurrido, para intentar averiguar si hemos hecho algo para conseguir esa recompensa y así poder repetirlo y de igual modo si nos ocurre algo desagradable, repasamos mentalmente y, ahí está, “lo he mencionado en voz alta, para que no ocurra, no lo volveré a hacer”. Y de este modo atribuimos la ocurrencia de los sucesos a algo que hemos hecho nosotros mismos. Aquí es donde aparece el error que nos puede causar problemas: Creer que tenemos el control sobre todo lo que nos rodea, creer que si nos ha ocurrido un suceso es porque hemos hecho algo para atraer la buena o la mala suerte.
Problemas de las supersticiones
Gran parte de las supersticiones suelen ser inofensivas para la mayoría de las personas, realizamos los rituales supersticiosos porque no nos cuesta demasiado esfuerzo (tocar madera, tomar las 12 uvas en fin de año, cruzar los dedos, …) e incluso casi todos nosotros tenemos unos rituales o costumbres diarias únicas que ni siquiera pensamos que sean de naturaleza supersticiosa porque forman parte de nuestros hábitos, las hacemos de manera automática sin siquiera pensarlo.
Sin embargo, en algunos casos sí pueden ser perniciosas llegando a desarrollar un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) en los que por miedo a que ocurra algo terrible (obsesión) realizamos una conducta que lo neutralice (compulsión), aunque no haya pruebas científicas de que sea nuestra conducta la que consigue evitar la catástrofe. Por ejemplo, no aceptar un uniforme amarillo, no querer salir de viaje un martes 13, no ir a casa de mis amigos porque tienen un gato negro,…
También debemos tener especial atención cuando nos descubrimos dependiendo de un objeto, amuleto o prenda sin el cual no creemos que somos capaces de realizar un examen, una entrevista, acudir a una cita, o presentarnos a una prueba. La falta de dicho objeto genera en la persona miedo/ansiedad porque está completamente convencida de que no será capaz de lograr el éxito.
Todo ello puede perjudicar nuestra calidad de vida, relación de pareja, empleo o relaciones sociales.
¿Cómo podemos romper con las supersticiones? Simplemente enfrentándonos a ellas, en lenguaje científco: realizando un experimento conductual, comprueba por tí mismo que aquello que temes no ocurre.